martes, 4 de diciembre de 2018



Hoy que tengo tiempo voy a contar mi sueño. Sucedió en las bonitas playas de Motril, donde resido.
  Soñé que volaba. Alto muy alto y, en las alturas, me convertí en una cometa de muchos colores. Desde allá, cerca de las nubes, que las había de tres colores blancas, azules, y algunas  en color gris oscuro, yo veía a mi nieto Diego como jugaba conmigo tirando de los hilos de la cometa de colores, me bajaba hasta ras del mar y cuando tocaba el agua salada y fresca Diego soltaba los hilos de la cometa y yo volvía a subir  muy alto, y así una y otra y otra vez.

  Al atardecer Diego se marchó con sus padres y hermanita, yo quedé en las alturas viendo el ocaso con una bellísima puesta de sol  con unos colores indescriptibles. Muy cerca de mí una bandada de gaviotas que me cercaron. Al principio me asusté, pero pronto entendí que lo querían era protegerme de otras aves grandes y peligrosas que andaban por allí. Parecían águilas, pero cuando abrían sus grandes alas me parecían aviones. Yo empezaba a asustarme un poco y cada minuto que pasaba, más me asustaba. Llamaba a Diego, pero no me respondía.

De pronto, mirando para la montaña, vi una cadena de fuego ¡Dios  mío!  El monte estaba ardiendo. Los pájaros revoloteaban pidiendo auxilio; las ardillas, corriendo; los caballos, relinchando;  las liebres, buscando como locas sus madrigueras. Había que hacer algo. Pero ¿qué podíamos hacer desde aquí tan altos?

La gente del pueblo  ya se había dado cuenta del fuego y corrían hacia el monte tratando de apagarlo pero era imposible, las llamas eran devastadoras, en los alrededores no había agua ¿qué podemos hacer?  Se preguntaban.

Se me ocurre una idea. Vamos a llamar a las águilas y que nos lleven hasta las nubes oscuras que tendrán agua. Y así lo hicimos.
Vinieron las águilas y le contamos lo que pasaba,  teníamos que darnos prisa pues los animalillos  y el bosque estaban en peligro
Se nos ocurrió la idea de atar las cuerdas de la cometa de colores a las alas de las águilas y dirigirnos  hasta  las oscuras nubes
Y una vez que estábamos muy cerca de las oscuras nubes, todos soplando con fuerza conseguimos llevar las nubes hasta el fuego y una vez posados encima del fuego, las águilas con sus pico y garras pincharon las nubes. Y ¡aleluya! comenzó a llover torrencialmente y el fuego se fue apagando.

La gente del pueblo miraba al cielo. No daban crédito a lo que estaban viendo ¿como pudieron las nubes venir y posarse  encima del fuego si estaban muy lejos?

De pronto entre el gentío pude  ver muy pequeñito desde las alturas a Diego y le escuchaba gritar ¡abuela!, ¡abuela! ¡Ha sido  mi abuela! ¡Mirad mi cometa de colores allá en lo alto y mi abuela en ella apagando el fuego!
 De pronto sentí unos golpes en la cara que decían abuela, abuela  despierta, quiero ir al baño. Llévame tú. Y así desperté de aquel extraño sueño. 

Dedicado con cariño  a mi nieto Diego                      
    
                                                                                                                  Matilde Cortés

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