Hoy que tengo tiempo voy a contar mi sueño. Sucedió en
las bonitas playas de Motril, donde resido.
Soñé que volaba. Alto muy alto y, en las
alturas, me convertí en una cometa de muchos colores. Desde allá, cerca de las
nubes, que las había de tres colores blancas, azules, y algunas en color gris oscuro, yo veía a mi nieto
Diego como jugaba conmigo tirando de los hilos de la cometa de colores, me
bajaba hasta ras del mar y cuando tocaba el agua salada y fresca Diego soltaba
los hilos de la cometa y yo volvía a subir
muy alto, y así una y otra y otra vez.
Al atardecer Diego se marchó con sus padres y
hermanita, yo quedé en las alturas viendo el ocaso con una bellísima puesta de
sol con unos colores indescriptibles.
Muy cerca de mí una bandada de gaviotas que me cercaron. Al principio me
asusté, pero pronto entendí que lo querían era protegerme de otras aves grandes
y peligrosas que andaban por allí. Parecían águilas, pero cuando abrían sus grandes
alas me parecían aviones. Yo empezaba a asustarme un poco y cada minuto que
pasaba, más me asustaba. Llamaba a Diego, pero no me respondía.
De pronto, mirando para la montaña, vi una cadena de
fuego ¡Dios mío! El monte estaba ardiendo. Los pájaros
revoloteaban pidiendo auxilio; las ardillas, corriendo; los caballos, relinchando;
las liebres, buscando como locas sus
madrigueras. Había que hacer algo. Pero ¿qué podíamos hacer desde aquí tan
altos?
La gente del pueblo
ya se había dado cuenta del fuego y corrían hacia el monte tratando de
apagarlo pero era imposible, las llamas eran devastadoras, en los alrededores
no había agua ¿qué podemos hacer? Se
preguntaban.
Se me ocurre una idea. Vamos a llamar a las águilas y
que nos lleven hasta las nubes oscuras que tendrán agua. Y así lo hicimos.
Vinieron las águilas y le contamos lo que pasaba, teníamos que darnos prisa pues los
animalillos y el bosque estaban en
peligro
Se nos ocurrió la idea de atar las cuerdas de la
cometa de colores a las alas de las águilas y dirigirnos hasta
las oscuras nubes
Y una vez que estábamos muy cerca de las oscuras
nubes, todos soplando con fuerza conseguimos llevar las nubes hasta el fuego y
una vez posados encima del fuego, las águilas con sus pico y garras pincharon
las nubes. Y ¡aleluya! comenzó a llover torrencialmente y el fuego se fue
apagando.
La gente del pueblo miraba al cielo. No daban crédito
a lo que estaban viendo ¿como pudieron las nubes venir y posarse encima del fuego si estaban muy lejos?
De pronto entre el gentío pude ver muy pequeñito desde las alturas a Diego y
le escuchaba gritar ¡abuela!, ¡abuela! ¡Ha sido
mi abuela! ¡Mirad mi cometa de colores allá en lo alto y mi abuela en
ella apagando el fuego!
De pronto sentí
unos golpes en la cara que decían abuela, abuela despierta, quiero ir al baño. Llévame tú. Y así
desperté de aquel extraño sueño.
Dedicado con cariño a mi nieto Diego
Matilde Cortés
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